lunes, 25 de mayo de 2009

Cuando me pongo a escribir algo para este querido blog, casi siempre recurro a mi Amo para buscar juntos un tema para desarrollar. Ustedes, los que también manejan o llevan adelante un blog de BDSM y los que nos siguen, saben que ya está todo escrito; pero estoy convencida de que a veces sobre un mismo tema se puede hablar y ver desde un punto de vista que no todos comparten.

Un querido Spanker siempre me decía que él a sus spankees les pedía lealtad, no fidelidad. Si vamos a los diccionarios, veremos que estos dos términos son similares desde el punto de vista gramatical. En cambio, cuando los utilizamos en la vida diaria, entendemos como fidelidad el sentido de mantenernos (sobre todo sexualmente), con sólo la pareja. Y en un sentido más amplio, ser fiel es quedarse al lado del otro en las buenas y en las malas (ser un amigo fiel), defender los principios (ser fiel a mi patria o a una idea), y así sucesivamente. En cambio cuando hablamos de lealtad nos referimos más bien al honor, a la confianza que depositamos en el otro desde la moral, a que no nos va a traicionar, a que respetará los principios éticos y morales.

La lealtad es sin duda una cualidad, una virtud, un principio que traemos innato, pero que también se adquiere y se aprende; de pequeños nos van enseñando y vamos aprendiendo; ya de mayores, elegimos ser leales o no, dependerá de la fuerza moral que pongamos para no traicionar los principios aprendidos y adquiridos. Pero esa fortaleza moral que tenemos se puede derrumbar en algún momento o por algún motivo, y entonces… ¿Qué pasa? Ya no hay vuelta atrás, y sólo tenemos la posibilidad de demostrarla enfrentando la situación, pidiendo disculpas y aceptando el error y sus consecuencias.

Siempre digo que en este mundo virtual uno puede ser perfecto y escribir cosas bellas e ideales, pero no sucede lo mismo cuando lo llevamos a la realidad. Cantamos el Himno Nacional y somos fieles a la bandera y a la patria, pero… aceptamos sobornos, quebramos la ley en pequeños actos diarios, o vendemos un voto para obtener un beneficio.

Mejor vayamos al BDSM.

Yo soy fiel y leal a mi Dominante, pero… Aparece pongámosle Dominante B en escena para seducirme y conquistarme. Yo sé que con el Dominante B voy a estar mejor y entonces… ¿dónde está mi lealtad? ¿En mantener lealtad a mi Dom o en la posibilidad de tener una mejor relación? La lealtad está en los principios, más allá que estos me perjudiquen o beneficien.

En un caso como este entre dos Doms y un sumiso (o similar), Dom B está siendo desleal desde el comienzo, con los principios y el protocolo del BDSM, además de la deslealtad con otro Dominante, lo conozca o no. Ni que hablar del sumiso, que acepta que otro Dom trate de conquistarlo y no le ponga un límite.

Claro que puede pasar que este Dom B le haga “tilín” y que no haga nada, ni a favor ni en contra, para que Dom B siga adelante, y el sumiso se termine “enamorando” de Dom B. ¿Dónde estaría entonces la lealtad? Yo creo que ya que no fue leal al no confesarlo desde un principio; entonces debería confesarlo después, pero sería el colmo de la deslealtad si está con los dos Doms a la vez.

Ahora, si el sumiso cambia de Dom es, seguramente, porque el Dom original no lo complementaba como él quería o deseaba, lo que no justifica en lo más mínimo la deslealtad o la infidelidad. Pero eso sólo lo sabrán los protagonistas.

¿Y qué pasa cuando para no perder este Dom le oculta que también es sumiso de aquél? Pues… es doblemente desleal, con ambos, aunque haya uno que sepa toda la verdad.

Esto de la lealtad no es sólo de los sumisos hacia sus Dominantes, sino que es recíproco. Un Dom también le debe decir a su sumiso si tiene más sumisos en su cuadra, o si piensa tomar más y cuáles son las reglas a seguir en ese caso. Si para que este sumiso no se vaya le oculta la existencia de los demás… está siendo desleal.

¿Y qué pasaría con el sumiso que, por el motivo que sea, se inventa un Dominante, pero que acepta jugar con cualquier otro Dominante? Si su Dom existe, por supuesto que está siendo infiel y desleal con él. Si no existe, es desleal con el resto de los Dominantes, porque les miente respecto a su Dueño/a y Señor/a.

Otro caso: un sumiso virtual con Dominante virtual es seducida por un Dom real y éste acepta, no tanto porque el Dom real le guste, sino por verse seducido ante la posibilidad de tener una sesión real. ¿Es desleal el sumiso aunque la relación sea virtual?

¿Y qué pasaría con la sumiso manipulador que hace que su Dom lo “ceda” a un Dom que a él le gusta? ¿Está siendo infiel? ¿Es desleal?

Por último: un Dominante o un sumiso pueden ser fieles y desleales al mismo tiempo, al intentar salir con otra persona, sin lograrlo y sin confesar la intención a la otra parte.

El BDSM es, al menos para mí, una relación donde el honor, la fidelidad, la lealtad, el respeto junto a otros principios se valoran más que fuera de este estilo de vida. Por eso se estima tanto el protocolo, el collar y los roles. Como siempre, es sólo mi humilde opinión.

Saludos,

anitaK[SW]

lunes, 4 de mayo de 2009

En casi todos los espacios de BDSM hablamos generalmente de los roles: Dominantes o sumisos; pero rara es la vez que nos detenemos a hablar del ser humano que hay detrás del rol.

Pensamos que un buen Dominante o un buen sumiso debería hacer esto o aquello, debería de ser así o andando, debería tener esta o aquella actitud. Y hacemos un juicio de valor, no sobre la persona sino sobre la actitud en este o en aquel rol, olvidando o dejando de lado que somos seres humanos imperfectos y que cometemos errores.

Más allá de los roles y al margen de ellos, por muy bien o mal que nos comportemos, podemos elegir el ejercicio el rol solo para las escenas o vivir nuestra vida diaria de acuerdo al rol que desempeñamos, pero en ningún momento dejamos de ser seres humanos.

Conozco Dominantes que siempre están actuando como Dominantes, también sumisos que se comportan todo el tiempo como tal, pero aún así siguen siendo lo que son: personas con sentimientos y emociones que tienen fallas, envidias, celos, vanidades, odios; que sienten amor, entrega, honestidad, responsabilidad y mil cosas más.

Por lo general el sumiso siempre quiere ser el mejor para su Amo. Se lo propone cada día haciendo un esfuerzo enorme para vencer sus defectos y poner en práctica sus virtudes. ¿Logra alguna vez la perfección? Seguramente que no, porque es un ser humano y como tal, imperfecto.

En la vida personal de cada uno, fuera del BDSM, tenemos proyectos y responsabilidades. Cada jornada nos espera con labores y tareas para cumplir. De acuerdo al sentido de responsabilidad de cada uno, el trabajo sale, pero no siempre con el mismo empuje, fuerza o gana. Hay días en que nos llevamos el mundo por delante y ni nadie ni nada nos detiene. En cambio hay veces que solo cumplimos con lo indispensable.

Con los roles pasa lo mismo: yo quiero ser la sumisa perfecta y llegar algún día a ser esclava, pero… no siempre con las mismas ansias. Quizás los sumisos siempre tengamos ganas de sesionar, pero a veces estamos con otra disposición. Quizás el Dominante se enoje porque hoy no le respondo como Él desea, pero sería bueno que pensara que quizás hoy no sea mi mejor día.

Hay veces que el Amo se niega a tener una sesión y el sumiso se enoja porque está deseoso de estar con Él, de entregarse a quien pertenece, y el Dominante no quiere, logrando el fastidio (demostrado o no) por parte del sumiso. La misma situación: el Amo es un ser humano que no siempre está bien, y para tener una escena debe estar en excelente condición desde todo punto de vista, porque es mucha la responsabilidad que recae sobre sus hombros.

Creo que tenemos que pensar en la parte humana antes de hacer un juicio de valor sobre nuestra contraparte o sobre un tercero. A veces nos hacemos idea de cómo es una persona por sus dichos, expresiones y pensamientos en los espacios donde compartimos nuestra forma de pensar, sin tener en cuenta los factores humanos que lo están condicionando en ese momento.

A veces las personas se meten tanto en su rol que no permiten aflorar o dejar conocer su parte humana, ni para sí mismos ni para los demás. No separan el “personaje” (o rol) de la persona, y esto puede traer a lo largo del tiempo, problemas de personalidad, psicológicos o emocionales.

Pero cuando aprendemos a separar rol del individuo, nos damos cuenta lo hermoso que es el ser humano.

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